Esta sala está dedicada al compositor Franz Schubert (1797-1828). Con ella dejamos la Primera Escuela de Viena y nos adentramos en el Romanticismo.

Franz Schubert nació en la periferia, en la casa «Zum roten Krebsen», por lo que es el primer compositor vienés «auténtico» de los que hemos visto hasta ahora. Si miras un poco a tu alrededor, te llamará enseguida la atención la comodidad burguesa que se plasma en el estilo de la decoración, con el papel pintado de seda y los bonitos muebles. Schubert solo podía soñar con un lujo semejante. En la breve secuencia de vídeo se muestra la situación política y económica real de la época.

Y es que, en tiempos de Schubert, Viena no era precisamente un lugar en el que uno querría vivir. Las condiciones sanitarias y médicas eran catastróficas y apenas había agua potable limpia, por lo que las enfermedades se propagaban rápidamente. La mayoría de la población vivía en condiciones deplorables y la desnutrición, la tuberculosis y el cólera estaban a la orden del día. Los alquileres eran extremadamente altos, de manera que las familias numerosas tenían que vivir muy apretadas. El padre de Schubert, por ejemplo, era profesor y solo tenía dos habitaciones a su disposición. Una de ellas la utilizaba como aula y en la otra vivía la familia, de la que solo sobrevivieron cinco hijos de un total de 14.

La pérdida de muchos hermanos y las condiciones miserables obviamente se plasmaron en la obra artística de Schubert. Como puedes observar en los textos de las canciones que hay en el centro de la sala, los temas de la muerte y la pérdida son muy recurrentes. No obstante, el Romanticismo se distingue también por el amor por la naturaleza y el sentimentalismo. Los ciclos de canciones como La bella molinera o Viaje de invierno son aún hoy muy populares y forman parte de los repertorios fijos de concierto.

Schubert compuso alrededor de mil obras en un periodo de tiempo de solo unos 15 años, con disciplina férrea, sentado a una mesa y sin piano. Para él, sus gafas eran imprescindibles para componer (las puedes ver en la vitrina alta de la esquina a la izquierda) y constituyen uno de nuestros objetos más preciados. El piano de la sala no pertenecía a Schubert. De hecho, no tuvo ninguno propio hasta los últimos seis meses de su vida. Schubert tenía que corregir muy poco pero, si tenía que revisar algo, iba a casa de sus amigos y allí se sentaba al piano.

El círculo de amigos de Schubert era muy valioso también artísticamente, ya que muchas de sus obras se estrenaron allí. Debido a la situación política, que en aquel entonces era muy tensa (Austria parecía un estado en régimen policial), la burguesía se retiró a su esfera privada, desarrollando así la corriente artística del Biedermeier. También aparecieron las schubertiadas, en las que se tocaba «música doméstica» a un nivel muy elevado. Aquí podemos ver una de estas veladas, representada por el pintor y amigo de Schubert, Moritz von Schwind. Schubert está sentado al piano y el hombre alto sentado frente al piano es el tenor Johann Michael Vogl, que estrenó la mayoría de las canciones de Schubert. Al otro lado de Schubert está sentado el anfitrión, Josef von Spaun. A la derecha del retrato hay un grupo de pintores de pie, de los cuales el tercero es el propio Moritz von Schwind. Un poquito más a la derecha están sentados los únicos dos invitados que no escuchan la música absortos: Franz von Schober, con el que Schubert vivió muchos años, está tonteando con su novia. Directamente detrás de la novia de Schober se halla de pie el poeta Franz Grillparzer.

¿Sabías que …

… la joven que hay al fondo de la pintura es Caroline von Esterházy? Se decía que ella y Schubert tuvieron una aventura. Caroline sabía que Schubert sentía afecto por ella y, cuando le preguntó por qué no le había dedicado ninguna de sus composiciones, él respondió: «¿Para qué? De todos modos, todo está dedicado a vos». A pesar de esta afirmación, le dedicó El canto del cisne, entre otras obras.